“SALVADOR Y MAESTRO... EN TOROS”
(Artículo publicado en la revista de Fiestas de 2001)
(A Rogelio y Encarna...)
Aficionados taurinos (abajo asoma Salvador Piñero) |
“...Aquí R.N.E., Salpife desde Cehegín, buenas noches..., dentro de los fastos conmemorando el centenario de la inauguración de la plaza de toros ceheginera, hoy día 10 de septiembre de 2001 se ha celebrado una extraordinaria corrida de toros de la afamada y temida ganadería de Miura; astados broncos y nobles y con la bravura que les caracteriza. Las tres grandes premisas toreras: ‘parar, mandar y templar’ siguen vigentes, así lo atestiguan las fenomenales faenas de los matadores que cortaron cuatro orejas y sendos rabos, trofeos solicitados por unanimidad del público, mereciendo salir por la puerta grande a hombros de los aficionados. Triunfal tarde de toros brillando, al tiempo que los trajes de luces, la belleza de las mujeres cehegineras. Saludos desde este hermoso pueblo del noroeste murciano. Les ha informado Salvador Piñero.”
Así solía reseñar con su peculiar voz de bajo.
¡Cómo habría disfrutado el maestro Salvador, de haber realizado esta crónica de la corrida de fiestas patronales!
Matador en un festival (Piñero detrás en la barrera) |
Y es que el viejo maestro no debe faltar a estas celebraciones, aunque sea en la evocación de quienes lo recordamos con verdadero estimación.
Cómo iba a estar ausente el más veterano de los cronistas taurinos de Murcia, título que le fue otorgado en 1984 por el Club Taurino de Murcia.
Hace ocho años que falleció Salvador Piñero, don Salvador para nosotros sus viejos alumnos, pero cuando surge cualquier conversación en torno a la Fiesta, siempre sale a colación la persona de Piñero.
Así mismo fundó, en su juventud, la revista local “Cehegín Ilustrado”, en la cual ya se ponía de manifiesto su periodismo vocacional; también colaboró con los diarios de la región y la Agencias ‘EFE’ y ‘Mencheta’, amén de las publicaciones 'El Ruedo'; ‘Aplauso’; y ‘Venezuela Taurina’, y como decíamos al principio, en RNE, donde hacia oír su singular voz con depurados conocimientos en el arte de Cúchares.
Portada Semanario 'El Ruedo' |
Erudito y gran conversador, participaba en las tertulias del casino, máxime si el tema a tratar era sobre la Fiesta Nacional, y cuyas dudas siempre quedaban despejadas gracias la enciclopedia Cossío de la cual era asiduo visitante.
Aseguraba que el torero más elegante fue Ángel Teruel, y el mejor quite por chicuelinas que había presenciado, lo ejecutó el gran maestro Antonio Bienvenida en la plaza de Cehegín.
Excepcional conocedor de la tauromaquia y sus protagonistas, tuvo relación con varias generaciones de toreros: desde los Pepín Martín Vázquez, Manolete, Torquito, Arruza, Bienvenida, Domingo Ortega, Pedrés, Aparicio, hasta Fuentes, Camino, Miguelín, Palomo, Esplá, etc. y su definitivo ídolo: Manzanares de quien opinaba era el último vestigio de auténtica torería, sin olvidar, cómo no, su convicción en el triunfo de nuestro diestro Pepín Liria.
El maestro fue además un sufrido y sabio profesor, que desde la tribuna de su particular universidad en la Cuesta de la Iglesia impartía clases de honradez y conocimientos diversos a sus numerosos discípulos, los cuales supieron sacar el máximo jugo a sus preceptos. Fundador de una peculiar academia que tituló como "San José de Calasanz", donde le ofrecieron una especie de sucursal del Instituto de Contabilidad de Madrid de cuyos cursos intensivos salimos muchos alumnos con el título de "Tenedor de Libros" (lo que años después nos facilitó la comprensión en el famoso 'Plan General Contable' y el acceso a las llamadas 'Nuevas Tecnologías'.
El maestro, solterón empedernido, supo vivir con dignidad en su casa-academia en la Cuesta de la Iglesia, templo de sabiduría junto al antiguo barrio del Arbollón y Plaza Vieja, lugares de los viejos bohemios cehegineros, y ya en la senectud se refugió en el honorable Hospital de la Real Piedad. Allí cercana su última lidia con las Parcas, Salvador repartió sus humildes recuerdos entre muchos amigos y su reloj Longines, -fiel acompañante de decenas de años-, se lo entregó a su eterno acompañante Perico Picón, de quien hablaremos en otra ocasión.
Pues bien, don Salvador, desde ese privilegiado “tendido” que sabemos tiene reservado en el Olimpo para presenciar todos los eventos taurinos, merced a su digna trayectoria en este loco planeta, le recordamos enviándole las orejas y el rabo, a usted que no le pueden contaminar.
El maestro fue además un sufrido y sabio profesor, que desde la tribuna de su particular universidad en la Cuesta de la Iglesia impartía clases de honradez y conocimientos diversos a sus numerosos discípulos, los cuales supieron sacar el máximo jugo a sus preceptos. Fundador de una peculiar academia que tituló como "San José de Calasanz", donde le ofrecieron una especie de sucursal del Instituto de Contabilidad de Madrid de cuyos cursos intensivos salimos muchos alumnos con el título de "Tenedor de Libros" (lo que años después nos facilitó la comprensión en el famoso 'Plan General Contable' y el acceso a las llamadas 'Nuevas Tecnologías'.
El maestro, solterón empedernido, supo vivir con dignidad en su casa-academia en la Cuesta de la Iglesia, templo de sabiduría junto al antiguo barrio del Arbollón y Plaza Vieja, lugares de los viejos bohemios cehegineros, y ya en la senectud se refugió en el honorable Hospital de la Real Piedad. Allí cercana su última lidia con las Parcas, Salvador repartió sus humildes recuerdos entre muchos amigos y su reloj Longines, -fiel acompañante de decenas de años-, se lo entregó a su eterno acompañante Perico Picón, de quien hablaremos en otra ocasión.
Pues bien, don Salvador, desde ese privilegiado “tendido” que sabemos tiene reservado en el Olimpo para presenciar todos los eventos taurinos, merced a su digna trayectoria en este loco planeta, le recordamos enviándole las orejas y el rabo, a usted que no le pueden contaminar.
¡Va por usted, Maestro!...
Antonio González Noguerol